PRIMERA
LECTURALectura del libro de Isaías 50, 4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para
saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que
escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me
eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que
mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los
ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría
defraudado.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
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