Evangelio (Jn 20, 1-9)
Lectura del santo Evangelio según san Juan
A. Gloria a ti, Señor.
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba.
Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.
Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro.
Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
sábado, 30 de marzo de 2013
Secuencia
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la vida, triunfante se levanta.
"¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?" "A mí Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua".
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 3, 1-4
Hermanos:
Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con Él.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
salmo 117
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". R/.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. R/.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. R/.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles: 10, 34. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él
Nosotros somos testigos de cuanto Él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que Él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de que resucitó de entre los muertos.
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en Él reciben, por su medio, el perdón de los pecados".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
miércoles, 27 de marzo de 2013
VIERNES SANTO
“De la pasión del Señor”
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR.
Este día celebramos la muerte histórica de Jesucristo.
Siguiendo una antiquísima tradición de
la Iglesia, en este día no se celebra la Eucaristía.
En los oficios se conmemora de una manera sobria y solemne la Pasión de Cristo.
Se lee el relato completo de la Pasión según San Juan.
Luego tiene lugar la Oración Universal, hecha hoy de manera solemne por la Iglesia, el Papa, los clérigos, fieles, gobernantes e incluso por los no católicos, los judíos y los ateos.
Después tiene lugar la veneración del “Árbol de la Cruz”.
Terminada esta parte, se procede a distribuir la Comunión a los fieles con las Sagradas Formas reservadas en el monumento el día de ayer.
La celebración inicia en completo silencio, después de la Oración inicial comienza la Liturgia de la Palabra
martes, 26 de marzo de 2013
Evangelio
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata).
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús.
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata).
Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y
dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús.
Y Pilato escribió un letrero y lo
puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el
rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba
cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo,
latín y griego.
Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a
Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces,
como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos
en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a
Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.
Fueron los
soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían
crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto,
no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la
lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo
vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice
verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se
cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la
Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de
Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos,
pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo
autorizó.
Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo,
el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una
mixtura de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo,
con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había
un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro
nuevo donde nadie había sido enterrado todavía.
Y como para los judíos
era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a
Jesús.
Palabra del Señor
Palabra del Señor
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.
No tenemos un
sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que
ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado.
Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo,
en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó
oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su
angustia fue escuchado.
Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los
que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios
Palabra de Dios
Salmo
Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito.
¿Quién creyó
nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su
presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin
belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los
hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el
cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado.
Él soportó
nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos
leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras
rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable
cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros
crímenes.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.
Le dieron sepultura con los
malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido
crímenes ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el
sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia,
prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano.
Por
los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de
conocimiento.
Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los
crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como
despojo una muchedumbre.
Porque expuso su vida a la muerte y fue contado
entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los
pecadores.
Palabra de Dios
Palabra de Dios
lunes, 25 de marzo de 2013
EVANGELIO
Los amó hasta el extremo
Los amó hasta el extremo
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15
Gloria a ti, Señor.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús
que habla llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en
la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo
que el Padre habla puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía,
se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe;
luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos,
secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
- «Señor, ¿lavarme los pies tú a mi?»
Jesús le replicó:
- «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero
lo comprenderás más tarde. »
Pedro le dijo:
- «No me lavaras los pies jamás.»
Jesús le contestó:
- «Si no te lavo, no tienes nada que ver
conmigo.»
Simón Pedro le dijo:
- «Señor, no sólo los pies, sino también las
manos y la cabeza.»
Jesús le dijo:
- «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más
que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios,
aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso
dijo: «No todos estáis limpios.»
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el
manto, se lo puso otra vez y les dijo:
- «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues
si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis
lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho
con vosotros, vosotros también lo hagáis.»
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del
Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y
dijo:
- «Esto es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar,
diciendo:
- «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi
sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y
bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha
hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R.
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R.
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro del
Éxodo 12, 1-8. 11-14
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a
Aarón en tierra de Egipto: - «Este mes será para vosotros el principal de los
meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de
Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno
por casa.
Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el
vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su
parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año,
cordero o cabrito.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y
toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y
rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego,
comeréis panes sin fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así:
la cintura ceñida, las
sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa,
porque es la Pascua, el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto,
dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia
de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde
estéis; cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga
exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto.
Este día será para vosotros memorable, en él
celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones."
»
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año?
El Año litúrgico se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario
El Año litúrgico no se ciñe estrictamente al año calendario, sino que varía de acuerdo con el ciclo lunar.
Cuenta la historia, que la noche en la que el pueblo judío salió de Egipto, había luna llena y eso les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón.
Los judíos celebran este acontecimiento cada año en la pascua judía o "Pesaj", que siempre concuerda con una noche de luna llena, en recuerdo de los israelitas que huyeron de Egipto pasando por el Mar Rojo.
Podemos estar seguros, por lo tanto, de que el primer Jueves Santo de la historia, cuando Jesús celebraba la Pascua judía con su discípulos, era una noche de luna llena.
Por eso, la Iglesia fija el Jueves Santo en la luna llena que se presenta entre el mes de marzo y abril y tomando esta fecha como centro del Año litúrgico, las demás fechas se mueven en relación a esta y hay algunas fiestas que varían de fecha una o dos semanas.
Las fiestas que cambian año con año, son:
· Miércoles de Ceniza
· Semana Santa
· La Ascensión del Señor
· Pentecostés
· Fiesta de Cristo Rey
También hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:
· Navidad
· Epifanía
· Candelaria
· Fiesta de San Pedro y San Pablo
· La Asunción de la Virgen
· Fiesta de todos los santos
domingo, 17 de marzo de 2013
EVANGELIO Año
C.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14-23, 56
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14-23, 56
C. Llegada
la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
+ -
«He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de
padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el
reino de Dios.»
C. Y,
tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
+ -
«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora
del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.»
Haced esto en
memoria mía
C. Y,
tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio,
diciendo:
+ -
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria
mía.»
C. Después
de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
+ -
«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
vosotros.»
¡Ay de ése que
entrega al Hijo del hombre!
«Pero mirad: la mano del que me entrega está con
la mía en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero,
¡ay de ése que lo entrega!»
C. Ellos
empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer
eso.
Yo estoy en medio
de vosotros como el que sirve
C. Los
discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el
primero. Jesús les dijo:
+ -
«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen
llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros
pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o
el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de
vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo
en mis pruebas, y yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí:
comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos para regir a
las doce tribus de Israel.»
Tú, cuando te
recobres, da firmeza a tus hermanos
C. Y
añadió:
+ -
«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero
yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da
firmeza a tus hermanos.»
C. Él le
contesto:
S. -«Señor,
contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.»
C. Jesús le
replicó:
+ -
«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado
conocerme.»
Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito
C. Y dijo a
todos:
+ -
«Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?»
C.
Contestaron:
S. -
«Nada.»
C. Él
añadió:
+ -
«Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no
tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que
cumplirse en mí lo que está escrito: Fue contado con los malhechores." Lo que se
refiere a mí toca a su fin.»
C. Ellos
dijeron:
S. - «Señor,
aquí hay dos espadas.»
C. Él les
contesto:
+ -
«Basta.»
En medio de su
angustia, oraba con más insistencia
C. Y salió
Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos.
Al llegar al sitio, les dijo:
+ -
«Orad, para no caer en la tentación.»
C. Él se
arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba,
diciendo:
+ -
«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi voluntad,
sino la tuya.»
C. - Y se le
apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su angustia, oraba con
más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como de gotas de sangre. Y,
levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por
la pena, y les dijo:
+ -
«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.»
Judas, ¿con un beso
entregas al Hijo del hombre?
C. Todavía
estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el llamado Judas, uno de los
Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ -
«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo
que iba a pasar, dijeron:
S. - «Señor,
¿herimos con la espada?»
C. Y uno de
ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino, diciendo:
+ -
«Dejadlo, basta.»
C. Y,
tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales
del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ -
«¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario estaba
en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la
del poder de las tinieblas.»
Pedro, saliendo
afuera, lloró amargamente
C. Ellos lo
prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote.
Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se
sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre,
se lo quedó mirando y dijo:
S. -
«También éste estaba con él.»
C. Pero él
lo negó, diciendo:
S. - «No lo
conozco, mujer.»
C. Poco
después lo vio otro y le dijo:
S. - «Tú
también eres uno de ellos.»
C. Pedro
replicó:
S. -
«Hombre, no lo soy.»
C. Pasada
cosa de una hora, otro insistía:
S. - «Sin
duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro
contestó:
S. -
«Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba
todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una
mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho:
«Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera,
lloró amargamente.
Haz de profeta;
¿quién te ha pegado?
C. Y los
hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. - «Haz de
profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y
proferían contra él otros muchos insultos.
Lo hicieron
comparecer ante su Sanedrín
C. Cuando se
hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas,
y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. - «Si tú
eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les
contesto:
+ -
«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a
responder.
Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a
la derecha de Dios todopoderoso.»
C. Dijeron
todos:
S. -
«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les
contestó:
+ -
«Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos
dijeron:
S. - «¿Qué
necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su
boca.»
C. Se
levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
No encuentro
ninguna culpa en este hombre
C. Y se
pusieron a acusarlo, diciendo:
S. - «Hemos
comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se
paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey.»
C. Pilato
preguntó a Jesús:
S. - «¿Eres
tú el rey de los judíos?»
C. Él le
contestó:
+, -
«Tú lo dices.»
C. Pilato
dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. - «No
encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza,
diciendo:
S. -
«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.»
C. Pilato,
al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la jurisdicción de
Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos
días.
Herodes, con su
escolta, lo trató con desprecio
C. Herodes,
al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería
verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro.
Le hizo un
interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas
acusándolo con ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se
burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato.
Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y
Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato entregó a
Jesús a su arbitrio
C. Pilato,
convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les
dijo:
S. - «Me
habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo
lo he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna
de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya
veis que nada digno de muerte se le ha probado.
Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.»
C. Por la
fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa, diciendo:
S. - «¡Fuera
ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo
habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un
homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con
intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. -
«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Él les
dijo por tercera vez:
S. - «Pues,
¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la
muerte.
Así es que le daré un escarmiento y lo
soltaré.»
C. Ellos se
le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el
griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición:
soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y
homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Hijas de Jerusalén,
no lloréis por mí
C. Mientras
lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y
le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de
mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ -
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros
hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: "Dichosas las estériles y
los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado."
Entonces empezarán a decirles a los
montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas:
"Sepultadnos"; porque, si así tratan al leño
verde, ¿qué pasara con el seco?»
C. Conducían
también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen
C. Y, cuando
llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ -
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se
repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
Éste es el rey de
los judíos
C. El pueblo
estaba mirando.
Las autoridades le
hacían muecas, diciendo:
S - «A otros
ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el
Elegido.»
C. Se
burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. - «Si
eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había
encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los
judíos.»
Hoy estarás conmigo
en el paraíso
C. Uno de
los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. - «¿No
eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el
otro le increpaba:
S. - «¿Ni
siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo,
porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en
nada.»
C. Y
decía:
S. - «Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.»
C. Jesús le
respondió:
+ -
«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu
C. Era ya
eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media
tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y
Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ -
«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho
esto, expiró.
Todos se
arrodillan, y se hace una pausa
C. El
centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios, diciendo:
S. -
«Realmente, este hombre era justo.»
C. Toda la
muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría,
se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y
lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban
mirando.
José colocó el
cuerpo de Jesús en un sepulcro excavado
C. Un hombre
llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a
favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea, pueblo
de Judea, y que aguardaba el reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo
de Jesús.
Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían
puesto a nadie todavía.
Era el día de la Preparación y rayaba el sábado.
Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el
sepulcro y cómo colocaban su cuerpo.
A la vuelta, prepararon aromas y ungüentos.
Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)